martes, 25 de mayo de 2010

¿Razones para ir al psicólogo?


Alerta: Esta entrada puede herir susceptibilidades.

Nunca he creído en la psicología como salvavidas, pero siempre me ha agradado abrir mi mente a cosas nuevas y dando por sentado que no siempre puedo estar en lo correcto.

Y bueno, fui esperando el alivio emocio

nal del que todos hablan después de ir con el “loquero”.

Disculpen de antemano todos los practicantes y profesionistas

de tan respetable carrera, y más los que han puesto su vida en manos de ellos. Lo siguiente que diré aplica sólo para mí.

  1. ¿Una oreja? Yo tengo no más de 3 amigos de cabecera que me escuchan por horas, especialmente Uno. ¿Por qué contar todo a un rostro que jamás en mi vida había visto?
  2. ¿Sin juicio? Creo que las personas que me aman nunca me han juzgado. No necesito que alguien tenga explicaciones sociales de mi yo.
  3. ¿Qué me depara el destino? Tengo mi mente no en blanco, sino EN EL blanco. No puedo depender de terceros para tener claridad sobre mi futuro. Yo soy el piloto.
  4. ¿Deshacerme en lágrimas? No, para eso tengo las cebollas y kleenex con olor a vainilla.
  5. ¿Niñez traumática? Tal vez, pero nunca es demasiado tarde para comenzar un cuento de hadas.
  6. ¿Sacar mi enojo y frustración? 3 rolas de rock y una hora diario de gimnasio son suficientes. Por cierto, siempre he querido una punching bag, y una de a de veras que no sea humana, como algunos acostumbran.
  7. ¿Dormir como bebé? Té de tila, mantras, meditación, contar borreguitos, piojito mágico y Salmo 3:5.
  8. ¿Gastar 300 pesos? Mejor una rica comida, o 6 entradas de cine, o un tanque de gasolina para llegar hasta Tulum.
  9. ¿Afirmar lo obvio? Sí, a veces soy insegura, mentirosa, insoportable, infiel, difícil, enojona, cruel, deprimente, histérica, y ¡párele de contar! : pero nunca he dejado de ser amada.
  10. ¿Sofá cómodo? Ninguno se compara con el que tengo en mi sala.
  11. ¿Respuestas? La respuesta siempre es: Amor.
  12. ¿Consecuencias? Siembro semillas de manzana y nunca nacerá un limonero.
  13. ¿Soledad? Puedo sentirme sola pero nunca lo estoy en realidad, sólo es una perspectiva.
  14. ¿Curar mi locura? Como diría Alicia al Sombrerero Loco “Temo que sí, estás loco de remate, pero te diré un secreto: Las mejores personas lo están”.
  15. ¿Superar mis traumas? Me dan pavor los tiburones pero nadé con tiburones toro, nos separaba un acrílico y me siguen dando terror. ¿amar sin miedo? Lo estoy aprendiendo.
  16. ¿Tomar decisiones? Ama y haz lo que quieras, por ahí dicen. Si callas callarás con amor, si te vas, te irás con amor, si te quedas, te quedarás con amor, si lloras llorarás con amor.
  17. ¿Aceptar mi pasado? Como dirían Les Luthiers “Todo tiempo pasado es anterior”. Así que… ¡mi vida cuenta desde Hoy y para Siempre!
  18. ¿Por eso soy así? No, tengo la opción de cambiar.
  19. ¿Reparar mi corazón? Hay métodos más efectivos: el perdón, la risa, un abrazo, el tiempo, un atardecer, el mar.
  20. ¿Entender quién soy? Me llamo Melissa y soy la princesa del Rey del universo.

martes, 18 de mayo de 2010

Mi cabaña, Mi universo

Pasé centurias tratando de encontrar un lugar lejos de la oscuridad y el miedo, un pedacito de terreno donde pudiera lavar mi corazón para comenzar una historia blanca como la nieve recién caída, donde me cegaran luces francas como las miradas ausentes.

Con brújula en mano e incontables heridas, atravesé infiernos. Me sangró más el alma y hasta la luna partida en dos lloraba desconsolada, ¿o tal vez se burlaba? Nunca sabré pero de cierto, ella seguía altiva brillando para todos excepto para mí.

Deambulé en desiertos sin oasis, donde gitanos embrujaron mi aliento y me robaron la risa de un niño, la mermelada de unos labios y una madrugada llena de agua y pájaros. Mendigué con harapos una sonrisa pero nadie me miraba, era un fantasma, era los trozos de lo que fui alguna vez, las cenizas de una página dorada.

Desterrada, despreciable, fui intocable, incolora, invisible, extraña para el mundo y ajena de mi propia carne. Bajo atardeceres sin fuego, miraba desde las montañas con nostalgia, el pueblo que escuchó mi última carcajada mientras le daba la espalda para no volver y encontrar mi propio palacio.

Dunas, sed, hambre, llagas, desolación, ardor, soledad, lágrimas saladas, crepúsculos de olvido. La NADA. Soñé en lo que nunca tuve y que sin embargo, moldeaba mis ilusiones: una ventana en el cielo, una flor carmesí y la paz de mi corazón.

Desfallecí, agoté mis últimas fuerzas y entre delirios, lo vi a lo lejos.

Él corrió hacia mí.

Ya lo conocía, ya lo había visto antes, pero nunca había escuchado que emprendiera carreras y menos siendo Yo el motivo.

Corría como si el tiempo se acabara, como si entendiera mi condición moribunda. Corría así de hermoso, con sus ropas limpias, blancas como la historia que había anhelado, resplandeciente como los faros inexistentes que anhelé tanto en aquella oscura inmensidad. Jadeando entonces, se acercó a mí.

Él me miró.

Sus ojos desbordaban ternura y compasión. La sonrisa que se dibujó minutos después en su rostro fue más cálida que el astro rey en verano. Pero no quemó, sólo desheló mi alma llena de escarcha.

Él me tocó.

Sus brazos rodearon mi cuerpo, este cuerpo que creí imperceptible, que por tanto tiempo había sido intocable para muchos. Me abrazó tan profundo que borró todos mis años invisibles y entonces existí en Él y para Él.

Él me habló.

Susurrando me dijo “Te estaba esperando. Bienvenida a casa”. Me regaló la estrella de la mañana y la paz de la aurora, y momentos después me llevó a una modesta casa junto al mar, me preparó un baño caliente y me dio de comer.

Hasta hoy, a aquella cabaña la llamo “Hogar” y a Aquél que me salvó… lo hice Mi Universo.

Él me amó.


viernes, 7 de mayo de 2010

Nick Vujicic en Mexico 2010

No hay errores

Para olvidar nuestros problemas y taparnos la boca e impedir que escupa quejas, quiero hablar de Nick Vujicic, un angelito o como le dice su amigo Eduardo Verastegui “el pequeño gran gigante”.

Debo decir que llevaba años anhelando conocerlo y abrazarlo. Quería observar su sonrisa para hacerla la primavera de mi alma. Quería agradecerle la humildad y disposición que siempre ha tenido para ser un instrumento de valentía y amor alrededor del mundo con todos los que por poco perdemos la esperanza, y contarle que cada vez que pierdo el horizonte observo sus videos y escucho sus palabras.

No es un monumento al optimismo como muchos piensan, sino un guerrero de luz, un bello colibrí sin alas que aprendió a volar, un fiel siervo y mensajero celestial, un ser perfecto a imagen y semejanza del Creador. Se sabe hermoso, se sabe amado y eso le basta para elevar sus ojos y vivir plenamente.

Toda su devoción y dicha, su alabastro, siempre lo esparce a los pies del Carpintero. Y esa es su fuerza. El Club de los Optimistas “no funciona para el niño de 5 años que muere de sida en África ni para la niña de 10 años que fue violada en la India” - y por lo visto, tampoco para Nick Vujicic.

Su vocación y misión es recorrer el mundo para con su antorcha encender nuestras velas. Y lo hace bien, ese fuego nos permite llegar al río aún después del anochecer. Todo, entonces, tiene un propósito y un sentido. Porque sí, todos fuimos creados perfectos, no hubo errores, no hay errores.

“Yo sé de mi condición y puedo ayudar a gente que no tiene brazos ni piernas y decirles: Todo estará bien. Pero yo no sé de hogares rotos, tú sí. Tú ayuda a aquellos que están completos por fuera pero rotos e incompletos por dentro”.

Sí Nick, yo sé lo que es un hogar hecho añicos, una familia en escombros y no me queda más que extender mi corazón para aquellos con un pasado paralelo al mío y decirles: Hay esperanza, yo te amo, Dios te ama, eres hermos@.

Nick Vujicic, gracias por existir, gracias por haberme abrazado en tu corazón.


Querido lector, Te recomiendo que busques en youtube “El circo de la Mariposa” o “The Butterfly circus” con Nick Vujicic y Eduardo Verastegui, y un video de Nick Vujicic. http://www.youtube.com/watch?v=X_XW6Y-K3QE

jueves, 6 de mayo de 2010

Androides bajo la Luna Menguante

A quien tiene miedo de vivir

En las calles de mi vida hay rostros que saludo, caras que enamoran en instantes y almas que siento, eran parte de la mía mucho antes de la creación del Universo.

En alguna ocasión atrapé un vaho cálido muy cerca de mi nuca y un escalofrío recorrió profundo mi espalda, como hielo o como fuego, ni siquiera sé, no duró lo suficiente para entender.

Antes de acelerar mi torrente sanguíneo, hubiera querido leer las alertas de la luna menguante nunca llena, mientras besaba androides. No eran carne ni huesos, eran metal, sus rodillas de plástico, sus codos de madera, impávidos. Busqué un corazón caliente pero nada latía, nada encendía. Y lloré lluvia de estrellas mientras un maniquí me observaba, muy roto, muy frío.

Traté de besarlo pero me pegué en la frente con su piel tan tersa; y no reía, no lloraba, no amaba.

Poco tiempo tuve para abrir el libro de una esperanza perdida en la leyenda, esperé como Pigmaleón que Galatea quisiera vivir.

Si al correr los siglos de este instante de vida, la estatua permanece inmóvil, entonces adoraré los cuerpos que gritan y brincan.

Los que merecen ser amados andan allá afuera, mojándose con el mar y siendo bendecidos por el sol, con miedos arriesgados, con tristezas inconclusas, con reflejos en sus ojos, perdiendo y ganando, saben quiénes son, saben que son tibios y que son humanos.

Notas aladas


Sí, la música puede incluso abrirnos las puertas del cielo para ver a Dios sentado en su trono, alabado por ángeles o simplemente en su total plenitud… observándonos y sonriendo. En ese momento podemos dejar de luchar contra este mundo indómito que nada más nos va desgarrando el alma más y más.

Hablo de lo que alguien denominó “música celestial”, hablo de la 9º sinfonía de Beethoven, del “Mesías” de Haendel, del coro Libera St. Phillips, de Sigur Ross, hablo incluso de las teclas que hacen melodía un cuerpo desnudo, de tu espalda convertida en teclado, de tu risa atrapada en las olas del mar, de los ruiseñores y el pudor de las palmeras bajo el sol.

Con aquellas notas inmortales entregamos el corazón, nos olvidamos de esto que llamamos “sobrevivir” y nos convertimos en manantial. Si aprendemos a escuchar con atención, seguiremos la pureza de alguna melodía errante para elevarnos más allá de la Vía Láctea.

Ningún aparato electrónico, por más tecnología de punta, puede arruinar algo que fue concebido en el espíritu.