jueves, 16 de abril de 2009

Camino a la felicidad


Febrero 2008

Aunado a los conflictos personales que he tenido que enfrentar y a las situaciones familiares que he saltado, ir contra corriente es una de mis razones para admirar a todos aquellos que no se dan por vencidos. Es sencillo reaccionar como todos o quedarse en el lugar de las multitudes. Lo complejo, y quizá a veces doloroso, es precisamente sobresalir.

La película de “Camino a la felicidad” se basa en hechos reales y toca tres temas principales: el amor, la perseverancia y la felicidad. Hablaré de los mismos.

En la película vemos el amor del padre hacia el hijo, dando lo necesario para poder ofrecerle lo mejor. Victor Frankl, padre de la logoterapia explica que todo ser humano necesita una razón que dé sentido a su vida. En este caso, creo que el padre vivía para su hijo y esta fue la explicación de su “supervivencia”, o en otras palabras, su razón para no morir. No todos los seres humanos se hacen responsables de sus responsabilidades, valga la redundancia.

La belleza del amor radica en su movilidad, su misma escasez de estática, no tiene el defecto de permanecer en el mismo lugar. Lo que hizo el protagonista para demostrar el amor por su hijo fue únicamente moverse, actuar a favor de él. A pesar de que durante un plazo, el padre no le podía ofrecer mejores condiciones a su hijo, el pequeño se daba cuenta de que era muy amado y un día, mientras dormían en un albergue se le ocurrió decirle “eres el mejor papá del mundo”.

Por otro lado se encuentra la perseverancia. El protagonista, Chris Gardener, había nacido en condiciones “desfavorables”, digámoslo de algún modo, dentro del “Argot social”. No se explica mucho en la película sobre sus antecedentes, sin embargo se aclara que el Sr. Gardener terminó sus estudios hasta la secundaria. Aún bajo sus condiciones un día le dice a su hijo “nunca permitas que nadie te diga lo que no vas a lograr, sé lo que quieras ser” (estoy parafraseando, pero esta es la idea).

Hay una escena que me dejó impactada. El protagonista tenía serios problemas económicos y no podría pagar ciertas multas que tenía acumuladas; en ese mismo plazo, por azares del destino y de su misma voluntad, logra concertar una entrevista con el Director de la Bolsa de Valores. Una noche anterior a su cita detienen a Gardener por sus deudas. Apenas salió de la cárcel le dio tiempo para llegar a su cita puntual, sin embargo había un pequeño detalle: No iba vestido ni perfumado ni aseado de manera adecuada. Los directivos inmediatamente reaccionaron ante este hecho y le hicieron una pregunta “Si vieras que yo, como dueño de una empresa fuera entrevistar a una persona y llegara a la cita sin camisa ¿qué le dirías?”, él les contestó “Diría que tiene unos lindos pantalones”. Buen sentido del humor y hasta sarcástico, pero a la vez lleno de verdades.

En pocas palabras: después de tanto sufrimiento y condiciones deplorables, Chris Gardener llegó a ser de los corredores de bolsa más importantes en su época.

Por último, la felicidad, ese lugar paradisíaco, el oasis que todos buscamos con tanto fervor… Gardener encontró la felicidad en su propia vida, en su propia existencia. No estoy sugiriendo que fue esclavo de la mediocridad o de sus propias debilidades, por el contrario, quiso superarse. Sin embargo, en ocasiones no podemos escoger, no tenemos opción y sólo nos queda aprender del dolor y valorar lo poco que tengamos.

Gardener estaba seguro que su destino no era aquel, así que por un lado trató de brincar las bardas y por el otro, logró ser feliz sin tener mucho. Esto se manifiesta de manera clara, en una escena en la que durmiendo en un baño de estación de metro, le hizo creer a su hijo que era una cueva para resguardarse de los dinosaurios.Sólo son necesarias dos cosas para lograr algo: talento y ganas. Él tenía ambas.

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