lunes, 28 de octubre de 2013

Caminando la espiral


Dije que quería volver a escribir para mí, y es que escribir es como el alma, igual de inmortal. Es tratar de desmenuzar las marañas que tenemos en la mente sólo para darte cuenta que  es un matiz de esencia, pero no es la esencia.

Desde ahora quise ver un milagro. Y ese milagro quizá sólo sea mi propio trozo de Dios convertido en poder para alcanzar lo que siempre he deseado SER (no tener) y convertirme en una señal divina en este mundo tan podrido que aunque me cuentan de otras dimensiones y otras realidades, yo sigo viendo el mismo dolor que no se acaba hasta que comencemos a ser eternos (quizá hoy mismo). Simplemente mi consuelo es que lo que no alcanza a ver mi vista... es hermosamente sempiterno.

El milagro será aceptar que hoy puedo nacer de nuevo y replantear todas mis creencias y reaprender. Y por fin verme a través de los ojos del Altísimo. Para obtenerlo... necesito el Silencio, necesito olvidarme de lo que veo y de lo que sé.

Y aunque esto parezca una gran y accidentada odisea, como poetas, como sagrados, como humanos, para hacer el trayecto soportable y quizá hasta disfrutable, debemos saber que estamos acompañados por un Guía que nos ama.

Por cierto, encontré que mis anteriores palabras ya tenían un espejo:

Los cinco colores pueden cegar, 
Los cinco tonos, ensordecer
los cinco sabores, empalagar, 
la carrera, la caza pueden volver locos a los hombres
y su boletín no brindarles ninguna paz. 
Por lo tanto, el hombre sensato
prefere el ojo interno al externo. 

Tao-Te Ching

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