El paso de los astros por el universo produce un fragor que no se oye en la Tierra, pero en los cielos sí. Pitágoras lo llamó "la música de las esferas".
En realidad no es música, es como el tronar de mil enormes piedras que chocaran unas con otras. Ese gran vocerío llena el cosmos. Es el ruido que hacen el Sol y los planetas y las magnas estrellas al recorrer el camino sideral. Hasta en la mansión de los ángeles
De repente, sin embargo, cesa el tremendo ruido y se hace un silencio universal. Alguien ora. Para oír su oración, Dios hace callar a las galaxias. Y entonces, sobre el ruido de las estrellas, se escucha la vacilante voz de la criatura humana. Y nunca deja de escucharla Dios.
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