lunes, 22 de marzo de 2010

Cuentos de hadas


Apenas ayer fue el regreso a mi niñez, a lo que de pronto perdí en el camino y que sólo los poetas y locos recuperan: la imaginación, la metamorfosis. Soñábamos con seres fantásticos y por momentos fuimos lo que quisimos ser. Recordé lo que era viajar a mundos extraños, amar sin miedo y desprender el alma de este cuerpo, a veces débil.

Comprendí que no es necesaria tanta preocupación por la realidad, al fin y al cabo siempre está presente, lo suficientemente dolorosa y fastidiosa. Mientras ésta transcurre con tanta prisa, se desencadena la belleza en otras dimensiones, cosas hermosas, que nos atraen con sus detalles y exigen nuestra total atención: mitos, cuentos, surrealidades, mi constelación, otro planeta, mi “unicornio azul”, las dríades, los zoras, el paraíso, tú, cuando vistes de hada.

Se me ocurre pensar que la realidad sólo son las migajas de la vida, una casualidad, un accidente, ¿para qué adorarla? Es que para cualquiera que hace de la “pasión auténtica” su religión, que purifica el alma en lugar de santificar el dinero, que califica a la música como “espiritual”, que llama a un atardecer “pintura perfecta” y a un pequeño insecto “obra de arte”… este mundo deja de ser su hogar para elevarse a lo eterno.

En este sueño que soñé, sabía que tenía razón todas las veces que se puede tener razón, cien, millones…

Porque regresé a aquel estado infantil donde la capacidad de amar plenamente abarcaba no sólo a un hombre, no sólo a una mujer, sino a cada cosa en cualquiera de sus facetas, a la sensualidad y a la espiritualidad, y fui feliz.

El rostro de la vida que quiero ver, muchas veces disimula un cuento de hadas; el mundo que observo se disuelve en lo que hay en mí, se combina con lo que es invisible a mis ojos… y ocurre: Magia. Entonces… lo intangible se hace tangible y aquél espacio utópico se convierte en mi país y nada puede dañarme.

Hay luz, cualquier matiz, cualquier bella criatura. Inhalo amor, exhalo amor.

viernes, 19 de marzo de 2010

Take off your mask


...I will still love you


martes, 16 de marzo de 2010

Las Palabras Más Sonoras

El paso de los astros por el universo produce un fragor que no se oye en la Tierra, pero en los cielos sí. Pitágoras lo llamó "la música de las esferas".

En realidad no es música, es como el tronar de mil enormes piedras que chocaran unas con otras. Ese gran vocerío llena el cosmos. Es el ruido que hacen el Sol y los planetas y las magnas estrellas al recorrer el camino sideral. Hasta en la mansión de los ángeles se oye el sonar de los astros como un sordo rumor.

De repente, sin embargo, cesa el tremendo ruido y se hace un silencio universal. Alguien ora. Para oír su oración, Dios hace callar a las galaxias. Y entonces, sobre el ruido de las estrellas, se escucha la vacilante voz de la criatura humana. Y nunca deja de escucharla Dios.

ARMANDO FUENTES AGUIRRE, Reforma (Ciudad de México, Selecciones del Reader's Digest/Abril 2004)

lunes, 15 de marzo de 2010

Tu espejo

A ti, en mis ojos

Hay insectos raros (así considerados por ellos mismos), como tú, o como ella, o como él, que son relativamente bizarros y pierden la facilidad de verse en los ojos de alguien más. Se pierden en un sueño extraño y cuando voltean a ver un espejo, no ven más que su propio reflejo, plano, sin chiste, tan surrealista como las pinturas de figuras geométricas sin alma y sin olor. Todo les deja de interesar porque no pueden leer nada, porque no creen en el amor ni en nada que pueda despertar sus sentidos.

Y entonces ellos, catarinas, mariposas, orugas, arañas, hormigas, abejas, cuando encuentran un rostro que los mira con detenimiento, que los observa de verdad, desde el fondo del corazón, se sorprenden y se alegran, perciben algo muy parecido a la esperanza, a una respuesta; y se provoca una metamorfosis real, se convierten en príncipes, ángeles, hadas o mejor aún… en seres humanos que creen.

Deberíamos aspirar a ser espejos los unos para los otros, y darnos respuestas con reverencia y complementarnos sutilmente, mágicamente, plenamente.

Yo quiero ser un espejo, quiero entender y quiero amar.

martes, 9 de marzo de 2010

Un gesto amable

A los que no saben sonreir

El dolor es parte de la vida, sin embargo, hoy observo a aquellos sin esperanza, a aquellos que no han logrado equilibrar la dicha y la tristeza.

Una sonrisa de quien observa puede producir en ellos un gozo efímero que absorbe todas las penas para generar sólo el inicio del paraíso excelso en su espíritu, porque no lo conocen. Entonces cuando el paladar de su corazón degusta aquella sensación tan extraña pareciera como si recibiera una descarga de belleza que incluso a veces…los hace temblar de miedo.

Estos seres, cuyas vidas han transitado por terrenos áridos y peligrosos, experimentan de pronto con un sólo gesto amable, algo tan fuerte, tan impronunciable, que aquella diamantina generada en su alma puede explotar y rozar la piel de aquellos que los miramos no con pena, sino con empatía.

Su dicha ilumina tal vez más que la luna llena y aparece ante nosotros… radiante, y nos hechiza, y nos conmueve.

Atravesarán el infierno de su interior y lo recorrerán las veces que sea necesario, se toparán con ángeles en el camino que les tenderán una mano o tal vez un abrazo cálido, reconocerán su dolor sin culpar a nadie, llegarán a la meta, y algún día… aprenderán a sonreír.

viernes, 5 de marzo de 2010

Si pudiera vivir mi vida otra vez

Por Emma Bombeck

Si pudiera vivir mi vida de nuevo, hubiera hablado menos y escuchado más.

Hubiera invitado amigos a cenar, aún si el tapete estuviera manchado y el sofá descolorido.

Hubiera comido palomitas de maíz en la sala “nueva” y me hubiera preocupado menos de la suciedad cuando alguien hubiera querido encender el fuego de la chimenea.

Hubiera dedicado tiempo a escuchar las divagaciones de mi abuelo acerca de su juventud.

Nunca hubiera insistido en que subieran las ventanas del carro en un día de verano sólo porque estaba recién peinada.

Hubiera quemado la vela con forma de rosa antes de que se empolvara en el almacén.

Me hubiera sentado en el césped con mis hijos y no me hubiera preocupado por mancharme.

Hubiera llorado y reído menos mirando la televisión; y llorado y reído más mientras miraba la vida.

Me hubiera acostado cuando estaba enferma, en vez de pensar que la tierra se detendría si yo no estaba de pie y trabajando ese día.

Nunca hubiera comprado nada algo sólo porque fuera práctico, estuviera limpio o tuviera garantía de por vida.

En vez de tratar de saltarme 9 meses de embarazo, hubiera valorado cada momento y creído que el sentir vida dentro de mí era la única oportunidad que yo tendría de ayudar a Dios a crear un milagro.

Nunca hubiera dicho a mis hijos cuando me besaran con euforia “Después, ahora lávate las manos y ve a cenar”. Lo hubiera cambiado por más “Te amo” y “Perdóname”.

Pero sobre todo, si tuviera otra oportunidad de vivir, hubiera aprovechado cada instante, me hubiera detenido a admirar y vivir cada instante, para tomarlo y no devolverlo nunca.

martes, 2 de marzo de 2010

Lobos y Hombres

A sapito y a lobito

¿Será que cuando dos o más comparten la misma sangre y la misma alma, la vida se vuelve gravosa y por demás, dolorosa? No somos ni siquiera bipartitos, angeles y demonios, bestias y humanos; somos multifacéticos, un caos de figuras e ideas, somos un universo: contradictorios, indomables, nobles, soberbios, amables, salvajes. Nos pintaron en mil colores. Jugamos en un tablero con un centenar de piezas de ajedrez y con ellas, nos regalaron millones de posibilidades.

Algunos aman una de nuestras caras y se desilusionan al ver las otras mil. Unos prefieren nuestra astucia, otros nuestra seducción, otros nuestra inteligencia, otros nuestra ternura, otros nuestra malicia, otros nuestra lujuria, otros… nuestros cuernos, otros nuestro halo.

Al final del día… no podemos dejar de ser lo que somos, y sólo deseamos ser aceptados así, por quienes somos, por como somos. Justamente por eso, frente a quienes guardamos un especial cariño, desnudamos al Lobo, al Humano, y a todo lo que hay entre ellos, con la esperanza de que adoren cada pieza de nuestra alma herida, de nuestra alma partida.

Creemos que dos caras son demasiadas para albergarlas en un frágil corazón que puede explotar y sin embargo, no somos azules, ni rojos, ni amarillos, estamos tan llenos de color como el blanco, que reúne a todos. Somos Luz.

Quizás en algún momento, todos nuestros rostros puedan vivir en armonía, levantar una bandera blanca, pensar y sentir con pureza, sin miedo, sin matarse entre sí, sin lacerarse, para que así encontremos la tan aclamada paz, para ver si así… alguien allá afuera, en este mundo extraño, sea valiente para amarnos enteros.